¿Mi hijo necesita ir al psicólogo?


FALSAS CREENCIAS
Generalmente solemos pensar que los niños/as están en la mejor etapa de la vida, que no sufren, que no tienen malestar, que son felices, que no poseen preocupaciones, ni problemas. Por eso, especulamos que no requieren de ayuda especializada, y si la requieren, las falsas creencias nos han hecho pensar que “mi hijo/a ya no tiene remedio”.
Pero la realidad es diferente. Los niños/as sufren, aunque los síntomas no sean evidentes ni
predecibles. No saben o no pueden expresar explícitamente aquello que les perturba, ni son conscientes de la magnitud de aquello que les estorba. Como cualquiera en su proceso de crecimiento y maduración emocional, tienen conflictos internos que, a veces, no saben manifestar y manejar.
Los padres muchas veces nos sentimos culpables de su estado de ánimo, que no comprendemos, y pensamos que son “cosas de niños” que “ya se les pasará”. Pero no debemos consentir que eso sea una preocupación, ni mucho menos que le tengamos miedo ni tampoco, por supuesto, que quede por resolver. Hay que estar convencidos de que si algo les pasa puede ser porque están afectados por lo que ni ellos saben expresar ni nosotros podemos adivinar. Tampoco hay que alarmarse pero sí reconocer y asumir que necesitan ayuda, sentirse entendidos y queridos. Si nos bloqueamos o dejamos que se activen nuestras resistencias para ayudarles, no les ayudaremos a resolver el conflicto.
¿Por qué cuando el niño está enfermo lo acercamos al médico de una forma natural y cuando lo vemos angustiado o triste nos cuesta asumir que pueda necesitar otro tipo de ayuda? No debemos tener miedo a decidirnos a ello, puesto que los profesionales están para guiarnos y descubrirnos recursos para mejorar en nuestro proceso madurativo de ser padres.

UNA MIRADA INFANTIL ANTE UN MUNDO ESTRESANTE
En nuestra sociedad, aunque no lo parezca, se le exige mucho a la población infantil. Ellos interpretan, en casa y en la escuela, que deben ser lo más perfectos posible: puntuales, estudiosos, disciplinados, con una conducta impecable…Sus jornadas escolares son largas y al añadirles alguna que otra actividad extraescolar, el tiempo de juego queda limitado y apenas disponen de espacio y libertad para su mundo, sus cosas, sus ilusiones, sus fantasías. El vivir a “golpe de reloj”, tal y como vivimos los adultos, puede hacer que se sientan tristes, angustiados o en continua tensión.
Por supuesto, ante este mundo repleto de estrés, hay que añadir problemas más serios de carácter patológico: acoso escolar, abuso sexual, duelos… que es importante detectar a tiempo para ofrecer un tratamiento temprano y adecuado.
Saber cuándo actuar y buscar el profesional adecuado nos ayudará a ponernos en marcha para solucionar su problemática. 

ME PREOCUPA MI HIJO/A
Los diferentes síntomas que pueden aparecer como forma de expresión de conflictos internos en el niño/a son:
-          no habla
-          no se integra
-          sigue mojando la cama
-          empieza a tener problemas de aprendizaje de forma repentina
-          demuestra agresividad
-          tiene tics
-          presenta un lenguaje obsceno inusual en él/ella
-          está triste
-          se enfada o angustia con facilidad
Pero, lo más destacado, es la intensidad o la permanencia continuada en el tiempo de estos síntomas.
Los padres, cuando llevan a su hijo/a al psicólogo, es cuando ya no encuentran más soluciones para que esté bien, ya no pueden más, han consultado, han expresado su malestar a los profesores, vecinos, familiares, amigos... Es decir, han realizado un largo recorrido y están llenos de inquietud, incertidumbre, angustia y miedo.
Sin quererlo, su propio miedo e inquietud  los trasladan al niño/a, creando una espiral de la que es difícil salir, si no se es consciente: niño afectado por los padres - padres afectados por el niño.

RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS INTERNOS: VIVIR MEJOR
Cuando los adultos resolvemos conflictos y miedos, apreciamos que crecemos, nos sentimos mejor con nosotros mismos y con más fuerza para aceptar otros retos en la vida. Esto es justo lo que siente un niño/a cuando comprende lo que le pasa en su conflicto interno y se le ayuda a resolverlo.
El psicólogo infantil le ayuda a detectar su malestar, descubrir sus causas y proponer las soluciones adecuadas según su edad y su proceso de maduración emocional.
El espacio psicoterapéutico es la oportunidad para estudiar y trabajar estas dificultades y vivir mejor. No debemos olvidar que este proceso implica siempre al adulto, puesto que debe poner en práctica nuevos recursos y herramientas para salir de la espiral en la que está metido junto con su hijo/a. Y la consecuencia es la mejora de la calidad de vida en la que “todos ganan”.





Consuelo Mallebrera Quiles
Psicóloga Colegiada CV-07076

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